¿Recuerdan lo que hacían el 03 de julio de 1985? Dónde se encontraban, cuántos años tenían… Yo no. Cómo hacerlo, no había nacido en ese entonces. Vamos, ni siquiera estaba en planes de ser procreado por mis padres. Lo que sí sé, es que ese año se estrenó un filme cuya trascendencia no sólo marcaría un referente en la historia de la cinematografía, sino de la cultura popular de dicha década, que aún continúa vigente.
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La primera vez que vi Volver al Futuro –¡gracias por no arruinar el nombre con una traducción horrible como las que acostumbran!-, obvio fue a través del Canal 5 y, desde ese momento, quedé completamente maravillado por todo lo que veía en la pantalla de mi televisor. En aquellos años no tenía idea de que la película pasaba una vez a la semana (sarcasmo), pero ahora no me pierdo la oportunidad de verla cada que tengo la fortuna de encontrarla en la programación de cualquier canal. Es una de las cintas que puedo mirar una y otra vez sin aburrirme un solo instante y disfrutarla siempre con la misma intensidad.
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A menos que vivan debajo de una roca o sus padres los obliguen a ver úncamente “cine de arte” -lo que sea que eso signifique-, es imposible que no conozcan la trama de esta cinta; pero de igual forma, vale la pena resumirla brevemente. Marty McFly (Michael J. Fox) es un chico de 17 años común y corriente con problemas característicos de esta etapa de la vida; disfunciones en casa, conflictos escolares, sueños rotos de convertirse en una estrella de rock, etcétera. Claro que no todo es malo, también cuenta con el amor de una novia cariñosa y la amistad del Doc Emmett L. Brown (Christopher Lloyd), científico que está a punto de crear el mayor invento que la humanidad haya conocido jamás: Una máquina del tiempo capaz de viajar a cualquier época de la historia (pasada y futura) en forma de un auto DeLorean, con la condición de generar una carga de 1,21 gigawatts y alcanzar 88 mph de velocidad (141 km/h, aproximádamente).
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Después de una serie de eventos desafortunados, Marty viaja accidentalmente al año de 1955. ¿Han visto ese episodio de Los Simpson donde Homero viaja al pasado y no debe tocar absolutamente nada? Pues Marty no lo hizo y cambió un evento primordial para su existencia misma, al impedir que sus futuros padres se encontraran y, posteriormente, enamoraran. Y sí, adivinaron, ahora el muchacho debe revertir la situación para evitar desaparecer por siempre de este mundo. El resto de la trama transcurre entre escenas de incesto, bailes escolares y una interpretación magistral de Johnny B. Goode con un solo de guitarra perrísimo increíble que concluye con una frase genial: “Supongo que ustedes aún no están preparados para esto, pero a sus hijos les encantará”. Todo eso ocurre para que, finalmente, el Doc y Marty logren la hazaña de regresar a este último a su época original.
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Imaginen a un niño pequeño que estudia la primaria y no tiene mucha noción sobre cultura popular salvo los dibujos animados que mira en la televisión o la música que escuchan sus padres. Ahora, imagínenlo frente a una pantalla viendo por primera vez esa gran historia. Claro que no la comprendí completamente en ese instante, conforme los años pasaban y la veía una y otra y otra vez, descubría cosas que me hacían amarla cada vez más. Ésa es la magia de las grandes cintas, su capacidad de asombrarte como la primera ocasión y mostrarte nuevos detalles en cada oportunidad. Hoy, a 30 años del estreno de una de las obras maestras de Robert Zemeckis -La mejor siempre será Forrest Gump, deal with it-, volveré a sentarme en la sala, encenderé el televisor y miraré nuevamente esta maravillosa aventura para viajar mentalmente a mi propio y emocionantemente incierto futuro.
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